Wymehcko lo hizo simple, pero brillante. Con una bolsa de plástico impresa de forma estratégica, logró transformar a cualquier cliente en una especie de repartidor improvisado. ¿Cómo? Con un diseño que muestra un cajón lleno de cervezas Wymehcko, impreso justo en la parte inferior de la bolsa. Cuando alguien la lleva por las manijas, da la clara y divertida impresión de que está cargando un pesado cajón lleno de botellas.
La idea es tan ingeniosa como efectiva. El diseño juega con la perspectiva y convierte un simple envase de cartón o papel en una herramienta publicitaria en movimiento. Cada persona que la sostiene no solo lleva su compra, sino que se convierte en parte de la campaña visual, atrayendo miradas y despertando sonrisas.
Más allá del impacto visual, esta acción refuerza el espíritu de la marca: una cerveza pensada para compartir, para llevar a donde vayas, con un toque de humor y originalidad. Wymehcko no solo se vende, se muestra, se exhibe, se pasea por la ciudad con estilo.
Este tipo de iniciativas demuestran cómo una buena idea puede multiplicar su valor sin necesidad de grandes inversiones. Una bolsa se convierte en un guiño, una conversación, un recuerdo. Porque cuando una marca se anima a jugar, el público lo nota.
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