En el mundo de la publicidad, destacar es todo. Y Max Factor lo sabe muy bien. Con campañas que mezclan glamour, sorpresa y un toque de ingenio visual, la marca ha logrado convertir objetos cotidianos (como autos o bolsas de compras) en verdaderos lienzos de creatividad. Max Factor ha jugado con el diseño de bolsas de papel o plástico que, al ser sostenidas, colocan unas pestañas tupidas sobre la mano de quien las lleva.
Así, cada cliente se convierte, sin proponérselo, en una embajadora ambulante del producto. Son detalles simples, pero memorables: la belleza se vuelve parte del entorno, se mezcla con la rutina, y deja una impresión duradera.
Una de sus campañas más llamativas muestra un automóvil con un tubo de rímel gigante incrustado en el parabrisas, simulando que el coche ha sido "golpeado" por una pasada de pestañas extra largas. La imagen es tan inesperada como efectiva: transmite de inmediato la potencia del producto, con un humor visual que atrapa al instante. No hace falta leer nada; con solo mirar, el mensaje está claro: este rímel no pasa desapercibido.
Estas ideas reflejan una forma fresca de hacer publicidad, donde el producto no solo se muestra, sino que se vive, se juega y se comparte. Max Factor no vende solo maquillaje; vende una experiencia visual que invita a imaginar (y exagerar) todo lo que unas buenas pestañas pueden lograr.
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